En las mañanas cuando viajo en micro hacia algún lado,
duermo. Buenos en las tardes pasa algo similar. Son menos las veces que duermo eso sí.
La cosa es que cuando duermo, después siempre pienso que necesito vitaminas, algo asi como nectaday.
Creo que esa gente que toma nectaday se ve bastante animada.
Cuando no tengo sueño, miro mucho.
Observo como la gente va cansada, estudiando, leyendo, escuchando, pero nadie va con muy buena cara, eso lo sabrán. O porque es lunes, o porque es cualquier día menos viernes.
Siempre alguien va durmiendo y el chofer pocas veces es amable.
Me gusta divagar y suponer que pasará, ver como los niños chupan los vidrios o otras partes de la micro, felices como si fuera un sabroso helado o un buen chocolate. Ignoran que eso no les hace muy bien. Tampoco tan mal. Sus padres a veces no lo notan. Es sabido que hay gérmenes por ahí pero no hay que alarmarse.
Me gusta que pasen cosas inesperadas, como alguna pelea con el chofer o alguien que se pone muy ansioso por que su solicitud de parar no es atendida. Son situaciones tensas. Esas situaciones que le dan vida a los rutinarios viajes. Es bacán cuando alguien sube a cantar. De esos multiinstrumentistas. Sobretodo cuando lo hacen bien. Y Sobretodo cuando es algo que te hace recordar. Si vas triste, podrías soltar un lagrimón. Si vas feliz o estás enamorado, podrías sonreir o quizás no. Depende de tu expresividad. Yo si he sonreido solo en la micro y me he sentido excelente, muy vivo. Esas veces no he pensado que necesite vitaminas. Es lindo acordarse de cosas lindas.
Las cago todas las cosas que puedes comprar y todos los shows que puedes observar. En las amarillas, claro. El otro día compre unas agujas. 24 agujas por cien. Claro que pense que era algo imperdible. Muy bien presentadas. Household help, needles!!, made in china.
Era viernes en la tarde, algo motivante. Unos hombres cantaron canciones algo así como Son by Four o algun duo vocal por el estilo. Lo hicieron bien, aunque sentí un poco de verguenza ajena. Me quería meter bajo el asiento. Raro. Igual les di dinero. Al final me gaste unos pesos en la micro. Me importó cero. Un simpático viejo excelentemente vestido, muy estiloso, con cara de dulcero de esos que les tienes que quitar sus golosinas y con unos lentes de sol que me los quisiera marca Bollè o algo así, le grita desde la puerta a una señora que se ha bajado recién, por algo de unas llaves tiradas en el pasillo. Le pregunta si las llaves son suyas. La señora vuelve apresurada. La micro está parada. A mi no me importa, lo estoy pasando bien, especulo acerca de la situación. No se por que pero estoy expectante. Las llaves no son de aquella señora. Ni mías tampoco. A lo lejos diviso mi paradero(a o en lontananza). No hay luz roja. Inevitablemente me pongo algo nervioso.