El metro te cuida, cuida al metro.

Hoy tuve la posibilidad de tirar el freno de emergencia. Siempre había tenido la curiosidad de jalarlo. Me imaginaba al metro pegándose una chantada y todo el caos que eso traería. Gente gritando, gente cayéndose, oscuridad y fuerzas especiales. Y como era de esperarse nada de eso fue así ya que no lo tiré cuando ibamos andando, lo tiré cuando estabamos parados en la estación Santa Lucía. Y evité todo aquello del caos. La cosa es que luego lo tiré de nuevo. Usted estará pensando que en esos dos momentos la gente me gritaba cosas como: "Estai atrasándonos poh aweonao" o " Para de tirar la weá pos gil culiao". Pero nada de eso es cierto. La verdad es que yo era parte activa de el intento de bajar del metro a un hombre que se había desmayado y que había azotado su cabeza contra alguna dura parte del vagón. Para poder accionar el freno - debo decir que fui el primero en atinar, lo que me convierte en una especie de héroe o alguien un poco indispensable en la escena - tuve que destruir parte del metro y lo hice con bastante soltura. Tuve que romper con mis manos un plástico que protegía ilusamente al freno de ser tirado por cualquier persona.

Si le parece raro que yo haya jalado el freno dos veces lo invito a especular por que puede haber sido eso. Una pista que puedo darle es que la gente de metro no era muy avispada o no sabía como reaccionar frente al suceso. El hombre nunca desperto mientras yo lo miraba. En algún momento pensé que de verguenza se hacia el inconsciente hasta llegar a un lugar menos público, donde el supuesto paramédico. La cosa es que ahora guardo ese trozo de desgarré del vagón como un verdadero trofeo.